COHERENCIA EN EL SEGUIMIENTO DE JESUS.
La visión de fe distingue a los santos de los demonios. Cuando Cristo pregunta a los discípulos "¿Quién dice la gente que soy yo?", Pedro responde en nombre de todos: "Tú eres el Mesías" y deja ver su dimensión de santo. Pero el mismo Pedro unos minutos después, cuando Cristo le hace ver que para alcanzar la redención tiene que recorrer el camino de la cruz, despierta en él la dimensión de demonio que lleva dentro, hasta el punto que Cristo lo señala con el dedo: "Apártate de mi vista Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios". Dentro de nosotros duerme siempre un santo o un diablo.
Hermanas y hermanos:
1. Todos llevamos dentro de nosotros mismos un bloque de mármol en el que podemos esculpir la imagen de un payaso o el busto de un poeta; podemos vivir haciendo el mal o el bien. Pero las palabras de Jesús son tajantes. "El que pierda su vida por el Evangelio la salvará".
El que quiera salvar su tranquilidad, sus intereses, destruirá su vida; pero el que pierda su comodidad, su capital, por vivir coherentemente la caridad de Cristo alcanzará la felicidad. Debemos despertar al héroe y al santo que duerme en nuestro corazón dejando aletargados al pecador y al criminal.
2. El hombre de fe busca adecuar su vida a sus convicciones. La fe es una convicción divina pero se convierte en verborrea si no ordena su vida en torno a sus deberes para con Dios y para el servicio del prójimo. Creer es orar y es practicar. Santiago nos pone en guardia: "La fe sin obras es fe muerta".
Convertir la fe en obras implica sacrificio. Un creyente que no practica se convierte en una paradoja viviente, en una contradicción consigo mismo, en un desgarramiento interno que lo ha de torturar porque al mismo tiempo dice que sí y luego dice que no. ¿Cómo se distingue el estilo de vida del creyente y del no creyente? ¡En sus obras!
3. Lo que señala nuestra identidad cristiana es Cristo. Seguir a Cristo presupone conocerlo y amarlo, pensar como él, sentir como él, actuar como él. Sólo cuando nos sentimos "seducidos" por él y modelados por la fuerza regeneradora de su persona, podemos contagiar también su espíritu y su visión de la vida. Ibn Arabi escribió que "aquel que ha quedado atrapado por esa enfermedad que se llama Jesús, no puede ya curarse". ¿Cuántos cristianos podrían hoy testimoniar la verdad de estas palabras con su experiencia personal?
Hermanas y hermanos:
Para ser buen cristiano no es necesario hacer cosas llamativas. Son los pequeños detalles de cada día, hechos con amor, con alegría, con sentido sobrenatural, a favor de nuestros hermanos. Pregúntate: ¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué esperas de él? ¿Qué te impulsa a escuchar su palabra, a bautizar a tus hijos, a celebrar ciertas fiestas en su honor? Santiago nos ayuda a encontrar la respuesta correcta: "Ser coherentes con la verdadera fe. Alimentar al hambriento y abrigar al que tiene frío." Que así sea.
Padre Roberto Mena ST
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